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Polígono de Santa María de Benquerencia, Toledo

Vitra-Castilla La Mancha, sociedad cooperativa vinculada a CCOO, ha impulsado el desarrollo de esta promoción de 232 viviendas de protección oficial, con una superficie útil media de unos 85 metros cuadrados y un programa tipo de tres dormitorios. En concurso público, con fecha de 2003, el equipo técnico del arquitecto Eduardo Mangada redactó un anteproyecto que mereció la adjudicación de una parcela de 9.920 metros cuadrados en el polígono de Santa María de Benquerencia, en Toledo. El programa inmobiliario se completaba con 1.306,39 metros cuadrados de locales comerciales, 255 plazas de aparcamiento y 232 trasteros.

Esta gran parcela de 123 x 80 metros se apoyaba, en su lado mayor, en el gran eje viario de la Avenida Río Boladiez, que se articula en el polígono de Este a Oeste. La trama urbana de este nuevo desarrollo se debe a un plan ex novo de los años 60, en el desarrollo de la política de nuevas ciudades o polígono de descongestión impulsadas por Pedro Bidagor.

Hoy perduran los trazados originales, junto con los primeros edificios de los años 60 y 70, y continúa un lento proceso de relleno de los vacíos disponibles, cada vez más acelerado, mediante intervenciones muy variadas y heterogéneas, tanto desde un punto de vista funcional como compositivo.

El polígono será la sede de edificios institucionales emblemáticos (Archivo de Castilla-La Mancha, de Vázquez Consuegra; nuevo Hospital General de Toledo, de Álvaro Siza; centro de televisión, nuevas consejerías, etc.), junto a desarrollos residenciales de distinto tamaño y tipología, incluyendo un amplio abanico de equipamientos. Toda esta variedad enriquecerá este nuevo barrio, fruto de distintos impulsos y necesidades, que encuentran la ocasión de materializarse al disponer de un suelo público, aún vacante, prácticamente urbanizado.

El entorno, en un principio, tenía nulas referencias formales en las que apoyarse como contexto y más bien era un no-lugar amorfo en el que la nueva edificación debía afirmarse como un objeto autónomo que, de alguna manera, no fuese a ocupar un sitio, sino a crear un lugar.

La topografía como condicionante y criterio

Esta gran parcela rectangular se asentaba en una ladera Norte-Sur, con una pendiente media de un cinco por ciento y una diferencia de cotas de unos cinco metros. En lugar de optar por una arquitectura topográfica, con disposición de los edificios escalonados, según la pendiente del terreno, se optó por crear un gran plano horizontal excavando la ladera. Con ello se definía un gran foso del que surge el conjunto edificado con plena autonomía volumétrica y manteniendo una coronación horizontal continúa. Esta opción radical se matizaba con un ligero escalonamiento del plano del suelo, pero manteniendo la continuidad horizontal en las plantas edificadas.

En planta, la organización de este único edificio toma la forma de un peine con el lomo apoyado en la linde norte con la avenida Río Boladiez, con una longitud de 123 metros, y tres púas orientadas Norte-Sur, dejando unos patios interiores de 19,50 metros de ancho, lo que garantizaba unos espacios soleados y una intimidad entre ventanas enfrentadas. En el bloque situado al Oeste se acorta un módulo de 20 metros para ampliar la zona arbolada, mejorar el soleamiento y acentuar el carácter de un edificio que emerge de un amplio foso.

Planta baja

El tratamiento de la planta baja constituyó, junto con la forma en que el edificio se asentaba en el terreno, el aspecto más interesante de esta obra, al menos para quien la había proyectado.

Un continuo comercial, roto por los tres portales de acceso, ocupa toda la longitud de la planta baja en el linde de la avenida Río Boladiez, constituyendo un zócalo sólido, rematado por un balcón corrido que lo independiza de las plantas superiores. El espacio libre interior de la manzana se configura como un gran plano, ligeramente escalonado, permeable visual y funcionalmente, sólo interrumpido por los núcleos de comunicaciones verticales. Estos sólidos de fábrica de ladrillo y una tupida retícula de pilares de hormigón acentúan el carácter de un espacio arquitectónico.

Los soportales, bajo los bloques edificados, ofrecían un espacio cubierto en el tránsito de la calle a cada uno de los núcleos de comunicaciones verticales y un lugar protegido de la lluvia y el sol para la estancia y los juegos.

Unas ventanas-balcón de 0,875 metros de ancho y 2,16 de alto se imponen como un único hueco en la composición de las fachadas, en un cuidado equilibrio entre plenos y vacíos. Un único hueco sirve a dormitorios (un balcón) y estares (dos balcones). Otro hueco vertical que permite la visión hacia abajo dominando la calle y, sobre todo, los patios interiores y las zonas de juegos. También se observa un balcón que permite volcarse fuera del plano de fachada, dominando visualmente el entorno, no reducido a una sola visión frontal.

Solo en los tendederos que dan sobre la avenida Río Boladiez, este hueco se descompone en tres más estrechos (0,375 + 0,625 + 0,375), pautando esta fachada de 123 metros de longitud, voluntariamente sobria frente al confuso paisaje de los edificios con los que se enfrenta.

Cabe destacar el énfasis volumétrico con que se diseñan los núcleos que albergan el ascensor y los conductos de ventilación, enriqueciendo los testeros y permitiendo la iluminación natural de los vestíbulos de ascensores que sirven a las cuatro viviendas por planta.

Un ladrillo BLANCO de Malpesa se impone como material básico único en la definición del volumen edificado.

Ficha Técnica

 

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