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“Estamos ante el final de la era del petróleo abundante y barato”

Entrevista a Mariano Marzo, catedrático de Estratigrafía y profesor de Recursos Energéticos y Geología del Petróleo en la facultad de Geología de la Universidad de Barcelona (UB).

El crecimiento continuo del consumo energético es una consecuencia directa del crecimiento económico. ¿Existe un modelo alternativo para esta ecuación?

Hay una relación histórica a escala global entre el crecimiento del PIB y el incremento del consumo energético, que se conoce como “intensidad energética”. Algunas cifras son muy significativas: desde 1971 hasta 2002 el PIB mundial ha pasado de 17 billones de dólares a 48 billones mientras el consumo energético ha pasado de 5.500 millones de toneladas de barriles de equivalente de petróleo a 10.500 en 2002.  En este sentido, cada 1% de incremento del PIB supone una subida del 0,6% en la demanda energética. Las previsiones para el 2030 son que el consumo energético global crezca en promedio un 1,7% cada año lo que significa que en unos 40 años estaríamos doblando el consumo, algo que parece a todas luces insostenible.

El caso de España responde perfectamente a estas características. El modelo de desarrollo actual basado en dos sectores con grandes consumos energéticos como el turismo y la construcción, ha motivado que nuestro consumo crezca muy por encima del de otros países de la Unión Europea como Gran Bretaña o Francia que mantienen un crecimiento muy suave, desde 1980.

En cualquier caso, la principal receta para moderar este consumo energético debe pasar por incrementar la eficiencia e incentivar la actividad económica de sectores con menor consumo.

Diversos estudios apuntan a que las reservas de petróleo se agotarán entre 2030 y 2050. ¿Está de acuerdo con estos estudios? Si es así, estamos ante el final inminente de la economía de los hidrocarburos y debemos buscar soluciones. ¿Cuáles pueden ser?

Técnicamente no podemos hablar de agotamiento. Por su naturaleza, los yacimientos de petróleo se abandonan cuando apenas se ha extraído entre un 35% y un 40% del hidrocarburo existente. El resto no se extrae porque supondría un gasto tan grande que no haría rentable el proceso. Lo que sí debemos tener claro es que estamos ante el final de la era del petróleo abundante y barato.

La clave de la cuestión es que en pocos años se llegará a lo que llamamos el “cénit” de la producción, es decir, que a partir de ese momento la oferta de petróleo no podrá responder a todas las necesidades de la demanda. De hecho, la Agencia Internacional de la Energía calcula que los países que no pertenecen a la OPEP mantendrán su producción sin variación a partir de 2015 y que, a partir de 2020, descenderá. Por lo que respecta al gas, estamos en la misma situación aunque con una diferencia de dos décadas en relación con el petróleo.

Las soluciones son diferentes según nos refiramos a dos consumos finales de energía totalmente distintos: electricidad o transporte. Este último es el eslabón más débil del sistema energético y, por tanto, el que más cabría reforzar. Actualmente, más del 90% del transporte funciona con derivados del petróleo por lo que estamos ante un verdadero reto para desarrollar nuevos modelos no solo energéticos sino también de diseño urbano, de las relaciones económicas, etc. En definitiva, el impacto de la escasez de petróleo sobre el transporte comporta consecuencias globales.

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