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Carlos Feliu, director del Instituto de Tecnología Cerámica-AICE de Castellón

Licenciado en Ciencias Químicas por la Universidad de Valencia y Doctor en Ingeniería Química por la Universidad Jaume I de Castellón, Carlos Feliu Mingarro es, desde noviembre de 2004, el nuevo Director de la Asociación de Investigación de las Industrias Cerámicas (AICE), asociación empresarial sin ánimo de lucro que, junto a la Universidad de Castellón, forma el Instituto de Tecnología Cerámica.

Ha colaborado con AICE desde su creación en 1984, ocupando el cargo de secretario durante nueve años hasta su nombramiento como director tras la jubilación de su fundador, el profesor Agustín Escardino.

En el ámbito académico y científico, Carlos Feliu es profesor titular de la Universidad Jaume I, investigador en más de 70 proyectos de I+D y asesoramiento tecnológico, coautor de 41 artículos de Investigación, de 54 comunicaciones a Congresos y de tres libros sobre diferentes temas relacionados con la tecnología cerámica.

¿Cómo valora la situación actual que vive el sector cerámico?

La sensación es agridulce. Por un lado observamos un aumento estable de la demanda, lo cual garantiza una elevada producción. Por otro lado, supone una mayor competencia y una alteración de los precios. Este es un momento de incertidumbre, pues algunos indicadores apuntan a una desaceleración de la construcción, con las repercusiones que ello tendría en el sector.

En los últimos años se han dado dos fenómenos positivos: el surgimiento de una nueva cultura arquitectónica y la revalorización de la cerámica como producto para la construcción. El detonante ha sido, sin duda, la introducción de la sostenibilidad. Gracias a ello, los profesionales valoran los materiales cerámicos por sus propiedades naturales y sus innegables aportaciones a la construcción sostenible. La cerámica tendrá un papel muy importante en la arquitectura del futuro.

¿Cómo considera que afectará la aprobación del Código Técnico de la Edificación a los materiales cerámicos?

El Código Técnico es positivo porque actualiza regulaciones obsoletas, por su función homogeneizadora, por ser una referencia para los profesionales y porque permite desarrollar nuevos productos. Además, es útil tanto para los constructores como para los usuarios, lo que supone un enorme progreso.

El CTE dignifica el producto porque hace más referencia a los sistemas constructivos que a los propios productos, ya que la suma de todos ellos es lo que hace cumplir los niveles exigidos y les permite pasar al sistema constructivo. Todo ello da juego para que el fabricante pueda ofrecer ambas cosas: un producto y su sistema de construcción. El futuro de los productos cerámicos pasará por ofrecer, junto a sus prestaciones, unas aplicaciones arquitectónicas, de la misma forma que ocurrió con el bloque Termoarcilla, que ofrecía al mismo tiempo un producto y un sistema constructivo.

Otro factor a tener en cuenta es la evolución del propio mercado, pues en un futuro las estructuras de venta cambiarán y las empresas deberán ajustar sus estrategias comerciales. Por todo ello, mi consejo para el fabricante es que ofrezca las dos cosas a los clientes, quienes por otro lado son cada vez más especializados.

Después de 37 años de existencia, ¿cuáles son los principales objetivos que ha logrado el ITC en este tiempo? ¿En qué momento se encuentra actualmente?

El principal logro del ITC es haberse convertido en una institución de referencia y en un modelo de apoyo al sector de los materiales cerámicos tradicionales. El antiguo director, Agustín Escard

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